Por: Tania Lucía Cobos
Comunicadora Social y Periodista. PhD en Comunicación y Periodismo. Profesora asistente de la Universidad Tecnológica de Bolívar. Es una investigadora experta en temas de comunicación y periodismo digital, nuevos medios y animación japonesa. tcobos@utb.edu.co. Twitter: @TaniaLu
Una de las áreas de investigación en comunicación es la de los estudios de recepción o estudios de audiencia. Esta se enfoca en investigar al receptor de los mensajes que envían los medios de comunicación de masas en aspectos como: cómo consume, por qué consume, cómo procesa, cómo lo interpreta, qué opina y qué impacto tiene en su vida. En esa dirección, estos estudios buscan entender las diferentes maneras en que las audiencias dan sentido a los mensajes mediáticos, considerando factores como el contexto cultural, las experiencias personales, y las diferencias sociales.
Antes de la aparición de internet y su posterior conversión en el quinto medio de comunicación de masas, los estudios de recepción tenían un solo tipo de usuario: los humanos. Todos los mensajes o contenidos generados por la televisión, el cine, la radio y la prensa (periódicos y revistas) eran consumidos por esa gran heterogeneidad de seres humanos. A finales del siglo XX, cuando empezaron a comercializarse las conexiones domésticas a internet, los contenidos también empezaron a volcarse a este nuevo medio convergente y multimedia, y, por tanto, las audiencias empezaron a consumirlos y a reaccionar ante estos. Naturalmente, este nuevo medio también amplió la mirada de los estudios de recepción y los investigadores empezaron a estudiar las audiencias en internet.
La misma evolución de medio llevó a la aparición de un nuevo tipo de servicio: las redes sociales digitales. A partir del 2004 estas plataformas digitales empezaron a popularizarse rápidamente hasta llegar a convertirse en lo que son hoy, grandes concentradores de audiencias. Me refiero a Facebook, Twitter o X, Instagram, YouTube, TikTok y Threads, por mencionar las que actualmente gozan de mucha relevancia a nivel mundial, pero hay muchas más y algunas circunscritas a determinadas geografías, como es el caso de China.
Pero, así como los humanos fueron abriendo perfiles y cuentas para consumir y crear el contenido presente en estas, dando paso a la figura del prosumidor, en paralelo hizo su aparición otro tipo de usuario que nunca ha existido en los medios tradicionales -radio, prensa, televisión y cine-: los social bots, abreviados como simplemente bots.
Un bot es un programa informático diseñado para cumplir determinadas funciones de manera automatizada, usualmente simples y repetitivas, por tanto, los bots han existido desde los inicios de la tecnología informática y, naturalmente, desde el nacimiento de internet. Con la popularización de las redes sociales digitales aparecieron los social bots, que son un tipo específico diseñado para operar dentro de estas y realizar tareas como publicar mensajes precargados, seguir cuentas, dar me gusta y compartir contenido. El mismo avance de la tecnología ha dado paso a la Inteligencia Artificial o IA, y entre esta la IA generativa. Por tanto, algunos social bots más avanzados, que implementan esta tecnología que imita el comportamiento humano, están en capacidad, además de lo mencionado, de responder mensajes y participar en conversaciones de manera natural.
Lo anterior, por tanto, ha llevado a que en redes sociales digitales tengamos dos tipos de usuarios. El primero, los humanos; y el segundo; los bots. Esto se mezclan e interactúan entre ellos y lo segundos tienen la capacidad de moldear discusiones y tendencias que pueden influir en los primeros. Sin diferenciación alguna en estos y, por otro lado, también con audiencias exclusivamente humanas, les llamamos en general audiencias digitales.
El problema con estas audiencias digitales se presenta cuando los investigadores en estudios de recepción, al tomarlas, no están teniendo en cuenta esta situación. Son pocas las investigaciones que declaran en sus limitaciones metodológicas la presencia de estos usuarios artificiales y más aún, reconocer el impacto que estos pueden tener finalmente en los resultados o hallazgos de la misma. Esto sucede particularmente cuando se toman muestras a posteriori de contenidos en redes sociales digitales, es decir, por ejemplo, cuando se construye un dataset de comentarios extraídos de Twitter – o X-. En el 2009, el tema de los bots en estas plataformas digitales recibió gran atención cuando Twitter decidió suspender 200.000 cuentas por spam y es justo en esta red donde más se ha detectado una intensa actividad de bots, pero no es un problema exclusivo de esta, también son activos en otras.
Cuando se trabaja con audiencias digitales en el caso que menciono, es muy difícil poder determinar cuánto de la composición de la muestra son humanos y cuantos bots y no es algo menor cuando hay una creciente corriente investigativa que toma muestras a posteriori en redes sociales digitales para analizar pasando por alto el problema mencionado. En otras configuraciones de audiencias digitales sí es posible trabajar sólo con humanos, por ejemplo, cuando se elaboran encuestas y se distribuyen a través de redes sociales digitales, los bots (¿aún?) no pueden ingresar y responderlas porque no se han programado para eso.
En conclusión, para los investigadores en comunicación que estudian audiencias digitales, particularmente en redes sociales digitales, nunca deben dar por sentado de que trabajan con humanos, más cuando la muestra es a posteriori. Deben concientizarse de la presencia de estos usuarios artificiales y de su gran mimetismo con la implementación de la IA generativa y, en últimas, declararlo en sus metodologías porque, como se mencionó, esto impacta dando a lugar sesgos y desviaciones en los hallazgos.